miércoles, 7 de octubre de 2015

Nobeles con jiribilla


Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 7 de octubre de 2015

Estamos ya en la Semana Nobel. Siguiendo el orden tradicional, el lunes se anunció el premio Nobel de fisiología o medicina, seguido el martes por el de física; el de química se habrá ya anunciado para cuando lea usted estos renglones.

Este año los dos primeros Nobeles han llamado más la atención que de costumbre. El de medicina, por un malentendido.

Se otorgó a tres investigadores: la china Youyou Tu (quien recibirá la mitad del premio) “por sus descubrimientos de una terapia novedosa contra la malaria”, y al irlandés William C. Campbell y el japonés Satoshi Ōmura (que se dividirán la otra mitad) “por sus descubrimientos de una nueva terapia contra infecciones causadas por gusanos parásitos”.

Con Ōmura y Campbell no hay problema: a partir del estudio de miles de cepas de bacterias del género Streptomyces, Ōmura identificó 50 que podrían producir fármacos útiles contra infecciones. Más tarde, Campbell descubrió que una de estas cepas producía una molécula, la avermectina, que era muy eficaz contra los gusanos parásitos que causan, en las regiones más pobres del planeta, enfermedades horribles como elefantiasis de piernas o escroto (cuando las lombrices bloquean los vasos linfáticos del paciente) o ceguera (cuanto migran al ojo). Una variante mejorada químicamente, la ivermectina, ha revolucionado el tratamiento contra estos azotes.

Fue el premio de Tu el que causó polémica, pues para descubrir una nueva terapia contra la malaria o paludismo, que asimismo ha revolucionado a nivel mundial el tratamiento de esta extendida infección causada por parásitos llamados plasmodios, recurrió a la medicina tradicional china.

Tu estudió científicamente más de 2 mil remedios tradicionales chinos contra la malaria, y halló que uno, la planta Artemisia annua, parecía efectivo en animales. Pero al tratar de aislar la sustancia activa responsable del efecto, fracasó. Intrigada, la química farmacéutica investigó en la literatura médica tradicional china hasta encontrar que el método recomendado era una extracción en frío. Como en el laboratorio normalmente se hacen extracciones con calor, Tu pensó que esto podría haber destruido la molécula buscada. Así logró aislar, en 1971, la artemisinina, que se ha convertido en una utilísima arma contra las actuales variedades de malaria resistentes a los remedios usuales, como la quinina y la cloroquina.

Aunque partió de la medicina tradicional, que muchas veces resulta ser ineficaz o estar basada en creencias sin fundamento, la investigación de Youyou Tu fue ciencia en su mejor expresión. No olvidemos que la ciencia farmacéutica partió originalmente de la herbolaria, y hoy la química de “productos naturales”, como se la llama, ayuda a identificar las moléculas específicas responsables de los efectos curativos de las plantas, y a purificarlas, modificarlas para hacerlas más efectivas y así utilizarlas para beneficio de todos.

¿Y el premio Nobel de física? Ha causado hilaridad por haber sido entregado a dos científicos cuyos apellidos, en español, recuerdan a un famoso producto de comida rápida: Kajita y McDonald. Hablaremos de ellos la semana próxima, si hay oportunidad.

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Contacto: mbonfil@unam.mx

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2 comentarios:

Enrique Espinosa Arciniega dijo...

Farmacognosia. Así le llamaban a la química farmacéutica de productos naturales.
Excelente tu explicación, dado lo breve del espacio, de la contribución de Tu y de lo que implica y lo que no implica.
Yo me doy por vencido frente a los que, irracionalmente, saltan de un Nobel por un fármaco de origen natural, descubierto por métodos químicos (y haciendo investigación documental, histórica, tal vez antropológica)a pensar que toda la medicina tradicional china es el remedio a nuestros males y, también irracionalmente, que la vía de búsqueda empírica y razonando hay que rechazarla (y es la fuente de todos nuestros males. Un texto conciso y esperanzador en tiempos malos.

Martín Bonfil Olivera dijo...

Viniendo de ti, un comentario favorable es como una medalla, querido Enrique. Yo no me doy por vencido. Y, en realidad, tú tampoco. Sabemos el valor de la ciencia y la racionalidad para la especie humana. Te abrazo...