martes, 27 de diciembre de 2016

La invasión de los curanderos capitalinos

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 25 de diciembre fun, fun, fun, digo de 2016

¿Es válido promover las seudociencias con el pretexto de ofrecer servicios de salud basados en las “medicinas tradicionales”?

El Gobierno de la Ciudad de México cuenta con una Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades (Sederec), cuya responsabilidad, según su página web, es “establecer y ejecutar políticas públicas y programas en materia de desarrollo rural; atención a pueblos indígenas y comunidades étnicas, huéspedes, migrantes y sus familias”.

Su existencia obedece a que un porcentaje pequeño pero significativo de la población capitalina vive en zonas rurales, que se concentran en las delegaciones de Milpa Alta, Tláhuac, Xochimilco, Álvaro Obregón, Cuajimalpa y Magdalena Contreras, en las que se realizan actividades agropecuarias (Milpa Alta, por ejemplo, es el principal productor de nopal a nivel mundial, y lo exporta hasta a Japón). Además, la ciudad cuenta con un alto porcentaje de inmigrantes rurales e indígenas, muchos de los cuales tienen idiomas distintos al español como lengua materna.

El muy loable “objetivo rector” de esta Secretaría es, siempre según su página web, “promover la equidad, la igualdad y la justicia social entre estos sectores de población, a través de la aplicación de programas encaminados a mejorar sus condiciones de vida, equiparándolas con el resto de la población, en un marco de pleno respeto y reconocimiento del carácter pluriétnico y multicultural que caracteriza a la Ciudad de México”.

Sin embargo, las buenas intenciones parecen torcerse cuando uno se entera de algunas actividades que promueve la Secretaría. El pasado 20 de diciembre emitió un boletín de prensa, reproducido en numerosos medios de comunicación, con el encabezado “Curanderos de la CDMX atendieron a más de 11 mil 500 personas en Casas de Medicina Tradicional”. Estas 25 casas, ubicadas en distintas Delegaciones, son “espacios de atención a la salud” que forman parte del Programa Medicina Tradicional y Herbolaria en la Ciudad, que busca –sigo citando de la página web de la Sederec– “atender problemas de salud primaria de la población indígena y de pueblos originarios de la Ciudad de México desde un enfoque de respeto a sus métodos de curación tradicionales, así como de sus usos y costumbres”.

Dicho programa se enfoca principalmente a la herbolaria y la medicina tradicional. Y eso está bien, aunque habría que reconocer dos cosas. Una: que la herbolaria, aunque ofrece numerosos remedios que son eficaces –y otros que no lo son–, tiene también riesgos, entre los que se hallan la dificultad para controlar las dosis que se ofrecen y la falta de preparación médica formal de sus practicantes. Si bien la herbolaria, a través de las disciplinas de la farmacognosia y el estudio de los productos naturales, ha aportado mucho a la moderna farmacología, pretender que sus tratamientos son equivalentes a la medicina científica, basada en evidencias, es tramposo. Y dos: aunque algunos tratamientos que forman parte de las medicinas tradicionales, como los baños en temazcal o los masajes con piedras calientes mencionados en el boletín de la Sederec pudieran tener alguna utilidad terapéutica –o al menos ser sabrosos–, otros son evidentemente inútiles, como las “armonizaciones, curada de susto, empacho y tronada de angina”, que según el boletín se ofrecen también en las Casas de Medicina Tradicional.

Al mismo tiempo, dichas Casas dan credibilidad, según se menciona en el boletín, a entidades médicas inexistentes como “susto, empacho, mal de ojo, nerviosismo”. Al reconocerlas como enfermedades reales, la Sederec y el propio Gobierno de la Ciudad de México le hacen un muy flaco favor al cuidado de la salud de las poblaciones indígenas a las que dicen querer beneficiar. Más preocupante: los curanderos –que la Sederec también “certifica” mediante sus programas– ofrecen tratar enfermedades reales y graves como diabetes, hipertensión y adicciones, que deberían ser atendidas por personal médico con formación científica formal.

La cereza en el pastel es hallar, entre los tratamientos que la Sederec ha apoyado en 2016 a través de su Programa Medicina Tradicional y Herbolaria, terapias seudomédicas que ni siquiera forman parte de las tradiciones mexicanas y que son más bien estafas terapéuticamente inútiles que deberían ser combatidas por entidades como la Cofepris –Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios–, como la acupuntura, el jugo noni, la curación mediante cuarzos y obsidianas y los “champús anticaída personalizados”.

Es importante defender nuestras tradiciones, y reconocer el valor y dignidad de las culturas originarias. Pero cuando se trata de salud, ofrecer el “cierre de cintura” maya como un tratamiento “alternativo” confiable o útil es equivalente a estafar a las poblaciones que la Sederec está obligada a atender. La medicina científica no es una opción más: es la única medicina cuya confiabilidad podemos garantizar, pues es probada a través de estudios clínicos y análisis rigurosos. Los tratamientos tradicionales o “alternativos”, cuando demuestran ser útiles, pasan a formar parte de ella. Promoverlos como “una alternativa de salud que proteja la economía” es simplemente deshonesto, desde el punto de vista intelectual, científico y médico.

Un buen regalo de navidad para las poblaciones que la Sederec atiende sería, sin descuidar la herbolaria y la medicina tradicional, apoyar sólo aquellos tratamientos provenientes de ella que hayan demostrado ser útiles –la Sederec, en colaboración con la Secretaría de Salud capitalina, podría incluso ser punta de lanza en la investigación en este campo–, y recanalizar los fondos que se han usado para apoyar remedios milagro y seudomedicinas hacia verdaderos tratamientos médicos que apoyen la salud de la población rural, indígena y migrante de esta gran ciudad.



¡Mira!

Por cierto: ya que estamos siendo críticos con el Gobierno de la CdMx, es una verdadera vergüenza el pésimo servicio que proporciona la empresa EcoParq, que maneja el programa de parquímetros de la ciudad, con una única oficina que atiende en un limitadísimo horario de 8:30 am a 1:30 pm sólo de lunes a viernes, lo que hace obligatorio faltar al trabajo para cualquier trámite. Además, se dan el lujo de no trabajar en vacaciones y tienen un call center donde jamás contestan una llamada.

¡Que haya pasado usted una feliz navidad, y que tenga, a pesar de los pesares, un magnífico año nuevo 2017!
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Contacto: mbonfil@unam.mx

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