domingo, 3 de diciembre de 2017

¿Ciencia para qué?

Por Martín Bonfil Olivera
Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM
Publicado en Milenio Diario, 3 de diciembre  de 2017

Gasto federal en CTI durante
el actual sexenio
“2017 fue un año pavoroso para la ciencia en México”, se lamenta Elías Camhaji en un interesante reportaje (“La ciencia, la oportunidad que México ha dejado pasar”) publicado el primero de diciembre en “Materia”, la sección de ciencia del diario español El país.

Se refiere a la situación, comentada aquí la semana antepasada, de que durante el actual sexenio –y a pesar de la promesa presidencial de incrementar el presupuesto en ciencia y tecnología hasta alcanzar el 1% del Producto Interno Bruto, como manda la ley correspondiente– dicha inversión, aunque aumentó un 40% en los tres primeros años, quedó luego estancada en un 0.54% de lo prometido.

Camhaji entrevista a líderes del sector científico mexicano que insisten en la importancia del desarrollo del sistema científico-tecnológico-industrial para el progreso del país y el bienestar de sus ciudadanos. “Ningún político negaría la importancia del conocimiento para el desarrollo del país, es incontrovertible”, afirma Juan Pedro Laclette, investigador de la UNAM y expresidente de la Academia Mexicana de Ciencias y del Foro Consultivo Científico y Tecnológico. Pero además, se necesita de la inversión privada para que el sistema funcione: “México no tiene un Samsung, como Corea del Sur, o un Nokia, como Finlandia, porque no tiene una estrategia transexenal que dé certidumbre a largo plazo para los inversores”, comenta Enrique Cabrero, director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).

El escenario se agrava porque en 2017 el gasto en ciencia sufrió un fuerte recorte, que ha repercutido en universidades y centros de investigación, y muy señaladamente en el Conacyt. Como informa Esteban Illades en Milenio Diario, también el 1º de diciembre (“La crisis de las becas de Conacyt”), el recorte ha provocado que esta institución esté dejando de cubrir sus obligaciones con estudiantes becados que ha enviado al extranjero, sobre todo con retrasos en el depósito de sus becas y el pago de las colegiaturas en las universidades donde estudian. Se trata de una situación gravísima.

Recursos asignados al Conacyt
durante el actual sexenio
En este contexto, surge la pregunta de qué función pueden cumplir las columnas, artículos, blogs y secciones de divulgación científica, como éste que lee usted, en los medios como periódicos, revistas, radio, televisión y en internet.

Además de su función periodística de informar sobre los nuevos descubrimientos científicos y desarrollos tecnológicos, y de promover la discusión sobre cuestiones de política científica como las mencionadas arriba, ¿ayudan en algo espacios como éste al desarrollo de la ciencia y tecnología del país, o a mejorar el nivel de vida de sus ciudadanos?

Yo argumentaría que sí. No sólo como periodismo, función de por sí valiosa en toda sociedad democrática que proporciona a los ciudadanos la información que requieren para formarse opiniones bien fundamentadas y para tomar decisiones responsables.

También porque la divulgación científica forma parte de la labor, mucho más amplia, pero también más borrosa, de difusión cultural. ¿Para qué sirve la difusión del arte y las humanidades, las funciones de teatro o danza, las exposiciones de pintura o escultura, la publicación de libros de poesía? Para nada práctico, si se tiene mentalidad mercantilista (aunque hoy se reconoce la importancia de la “economía cultural”). Pero como sociedad, nadie duda de que es un derecho de los ciudadanos tener acceso a la creación artística y cultural, y que ello resulta en un beneficio para la sociedad.

En particular, creo que la difusión de la cultura científica ayuda a propagar, en la compleja red de memes (en el sentido original de Richard Dawkins: ideas que circulan, compiten, se reproducen y mutan en los cerebros de una población) que conforman nuestra cultura, aquellos que tienen que ver con una visión del mundo que incluye el enfoque científico: racional, basado en evidencia y argumentos lógicos, y sujeto a discusión, verificación y corrección continua.

La divulgación científica no se trata de enseñar ni de convencer a nadie, sino de que las ideas científicas se esparzan y vayan formando un terreno fértil donde, con el tiempo, el ciudadano promedio, pero también los funcionarios, gobernantes, empresarios, líderes de opinión y tomadores de decisiones, vayan teniendo claro que el apoyo a la ciencia y tecnología son parte del futuro que deseamos para nuestra nación.

Lo malo es que por lo visto, y a pesar de lo que indudablemente se ha avanzado, falta mucho para lograrlo. Ojalá el próximo sexenio tengamos mejor suerte.

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Contacto: mbonfil@unam.mx

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